“Educar a los hijos en la adversidad” es algo que a veces olvidamos. Algunas claves que quizás os puedan ayudar:

1. “El mejor educador es el ejemplo”. Si queremos que alguien a quien tenemos la responsabilidad de educar aprenda algo, debemos hacerlo nosotros delante de ellos con la mayor frecuencia posible.

2. Enseñar en Libertad. En la educación de una personalidad madura es de capital importancia enseñar a ser libre, con la responsabilidad que supone recibir un premio o castigo como consecuencia de la propia conducta libre. La libertad, junto con hacer el bien, es necesaria para ser feliz en la vida, por ello es necesario no tener miedo a la libertad de la persona educada. El miedo es un gran enemigo de la buena educación

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3. “Aprender a poner buena cara al mal tiempo”. Uno de los capítulos más difíciles de aprender del libro de la vida es “sufrir con alegría”. Si no se logra este aprendizaje las personas suelen vivir, comportarse y pensar en función de evitar por miedo cualquier sufrimiento. Esto impide que las personas se planteen y aspiren lograr grandes objetivos en la vida, que llena la necesidad de realizarse personalmente y evitar la sensación de insatisfacción crónica que lleva a la infelicidad.

4. Voluntad y constancia. Es necesario plantear modelos atractivos de modos de ser, pues si una persona quiere con fuerza lograr ser de una determinada manera, tendrá la fuerza y la constancia para poner los medios necesarios para lograrlo: “querer es poder”. Por esto es importante que las personas adultas que rodean a un joven en formación sean unos buenos modelos, pues fomentan el afán de emulación o imitación en el joven.

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5. “O vives como piensas o acabas pensando como vives”. La conducta tiene una fuerza educativa o transformadora muy poderosa. De aquí la importancia de hacer lo que se quiere enseñar a los jóvenes alumnos. Una manera de lograrlo es que el educador y el educando lo hagan juntos.

6. “La unión hace la fuerza”. La educación es una tarea de varios educadores, del padre y la madre en el caso de la educación familiar. De aquí la importancia de lograr un buen acuerdo entre los varios educadores de un joven, y de no desautorizarse entre sí, sino de comunicarse para evitar las diferencias educativas en los temas capitales y establecer los límites de cada territorio educativo de cada uno de los educadores.

7. “Sembrar buena semilla suele producir buena cosecha”. Un mal clima puede hacer que no sea una cosecha abundante pero no una mala cosecha. De ahí la importancia de no tirar la toalla en el proceso educativo en los momentos en que parece que no se consiguen los objetivos deseados, ya aparecerán más adelante. No cansarse de dar buen ejemplo y buenos consejos aunque en algunos momentos se consiga lo contrario, pues es un problema de libertad personal, y la libertad siempre se debe respetar. Siempre es mejor educar bien que dejar de educar. Educar en esos momentos oscuros es, también, una manera de enseñar la paciencia y la constancia.

Voluntad y constancia

8. Exigencia con amor. Los hijos no se sienten presionados tanto por la excesiva exigencia, si se sienten queridos, como por la falta de exigencia, que a veces supone un mayor cariño del educador a sí mismo que al educando pues es más fácil y cómodo dejar hacer, ceder, evitar la confrontación y sentirse querido por el educando a corto plazo si se le deja hacer lo que le gusta.